EN ESTOS días finales de la fiestas navideñas se divulgan noticias preocupantes sobre atentados y matanzas de los cristianos coptos en Egipto y de las persecuciones a que están sometidos en los países árabes. En una perspectiva histórica se nos ofrecen pasados y continuos episodios de matanzas de los inocentes. En la Biblia, el faraón ordena a las parteras hebreas que cuando asistan a los partos maten a todos los hijos varones para reducir la población judea (Éxodo, 1,169). En la narración evangélica, el rey Herodes manda matar a todos los niños menores de dos años nacidos en Belén y los padres de Jesús deben huir con él a Egipto para evitar que sea asesinado.
Esta nube negra de asesinato de niños en las luchas y genocidios tribales y la eliminación de los no nacidos es una constante histórica que persigue a la humanidad y se muestra como una terrible realidad en nuestros días. Leyes que favorecen el aborto y que llegan incluso a la muerte de los fetos vivos y formados en el vientre de sus madres conmueven y horrorizan a las conciencias más duras e insensibles.
El proclamado y tan defendido derecho de la mujer a decidir sobre el futuro ser no debe prevalecer sobre el derecho a la vida del nascituro, protegido por las declaraciones internacionales sobre derechos humanos, que lo incluyen en el principio fundamental de que "todos tienen derecho a la vida". Toda la legislación internacional y los convenios sobre la protección de los derechos del niño son papel mojado y declaraciones hipócritas si se deja sin protección el derecho del futuro niño a nacer y vivir.
Fuente: Elcorreogallego
Por Bernacet Laboy
Para Noticias Velad
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